Yo estaba en mi casa, hasta que un terrible
ruido despertó mi curiosidad por lo que estaba pasando ahí fuera. Algo me decía
que algo malo había pasado, porque ese ruido no era de un coche que se hubiese
estrellado o el ruido de un tractor, no, ese ruido era el de pistolas y
metralletas, ese ruido era de una guerra que había empezado.
Yo estaba muy preocupada porque mi hijo había
salido a trabajar como todo joven en
Kerch (Crimea).
En ese momento decidí ir a buscarle porque
tenía miedo a que le hubiese pasado algo malo, pero pensé mejor las cosas y me
quedé en casa hasta que la guerra que estaba sucediendo en ese momento se
calmara un poco.
Pasadas unas horas, el combate había cesado,
pero en ese momento vi a muchas mujeres llorando desesperadas por la muerte de
sus queridos. Al ver a tantos hombres tirados en el suelo salí corriendo de mi
casa directa a el montón de hombres que había fallecidos por culpa de la guerra.
Busqué y busqué a mi hijo por toda la zona pero no lo
encontraba, yo estaba histérica. Caminé unos kilómetros más a la derecha y allí
estaba él tirado en el suelo, con la cara bañada en sangre. Reaccioné muy
serena al principio porque no sabía que hacer pero pasados dos segundos me eché
a llorar y cogí a mi hijo entre brazos,
no quería despegarme de él.
Esta guerra … yo no sabía que iba a comenzar,
en este combate murieron muchos inocentes y uno de ellos es mi hijo, la guerra
no va a cesar tan pronto, va a seguir adelante, pero, ¿ por qué tener que
llevarnos a las manos las armas y no poder hablar las cosas para no causar
muertes injustas?.
Rebeca López Álvarez 3º ESO.
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