El
8 de junio de 1972 todos estábamos escondidos en el templo. Mi familia,
vecinos…todos estábamos pegados los unos con los otros sollozando en silencio y
dándonos las manos .Yo quería encogerme, hacerme tan pequeña que los
hombres con trajes y los pájaros de fuego no me viesen. No comprendía que
habíamos hecho para merecer esta vida llena de sirenas que suenan ruidosamente,
sollozos en medio de la noche, idas y venidas de los refugios…
Mi
madre me cogió de la mano y empezó a llorar de dolor, si mi madre lloraba así
es que algo muy grave sucedía. Unos soldados gritaron: ¡Correr! Mi madre me dio
un beso fugaz y me dio la mano de uno de mis primos y me dijo:
Sálvate. Corrí con mis hermanos y mis primos, pero de repente oí a un avión
encima de mí y poco después vi caer cuatro bombas.
De
pronto había fuego por todas partes, también en mi piel. Mi primo se separó de
mí ya que estaba envuelto en una bola de fuego, me miraba suplicando
ayuda pero no podía hacer nada. Mi ropa se quemó y vi como la piel negra de mi
brazo se empezaba a despellejar como si un monstruo invisible tirase de ella.
El dolor era indescriptible. Todo mi cuerpo era un infierno. Me desmayé de
dolor, pero entonces oí la voz de mi madre en mi cabeza. Decía: sálvate y
entonces me levante.
Caminé
entre la nube negra que rodeaba mi pueblo. Vi una montaña de cadáveres
quemados. Vi que delante de mí estaba un hermano mío, él también estaba
gritando de dolor. A mi lado había una madre con un bebé muerto en brazos. La
madre suplicaba ayuda. Entonces un hombre con una cámara vino hacia mí y me
pregunto mi nombre. Quería contestarle que me llamaba Kim pero no salía ninguna
palabra de mi boca. Me dio agua y una manta. Un segundo después me desmalle.
Más tarde me desperté en una sala blanca. El señor de la cámara me dijo que
había sufrido quemaduras muy graves y que, hasta que me curase estaría en ese
hospital. Le pregunté que donde estaba mi familia, el sólo me dijo que tenía
que olvidar lo que había vivido hoy, pero yo no quería olvidar, mi padre siempre
decía: El tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos.
Al
recordar a mi padre me derrumbé y lloré hasta que creer que me ahogaría con mis
propias lágrimas. Permanecí allí durante 14 meses, y fui sometida a 17
operaciones de injertos de piel. Después de mi estancia en el hospital
descubrí que mis padres habían sobrevivido. Nuestro encuentro fue muy emotivo.
Siempre estaré en deuda con Nick Ut el fotógrafo, que me salvó la vida.
Pero lo que nunca entenderé es ... ¿Por qué hay gente que quiere hacer daño
a otros? Solo espero que dichas personas comprendan de algún modo el dolor
que causan al resto.
Rut Suárez García 2º ESO
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