Mi padre me dijo que volvería pronto, pero yo estuve esperando allí durante horas y nadie aparecía… Por un momento, para lo que puede razonar un niño de cinco años, me puse en la peor situación. Me imaginaba que aquellos hombres que picaron en la puerta antes de llevarse a mis padres les habían hecho daño. Después de oír muchos gritos desde la parte de arriba y ver como se llevaban a mamá y a papá, decidí ir a casa de la vecina de enfrente, pero esta no me quería abrir la puerta. Muy asustado y vagando por las frías calles, me senté a mirar el cielo que estaba empezando a estrellarse. Eso me hizo pensar, ¿Qué iba a hacer yo sin mis padres? Solo tenía cinco años, pero ya sabía lo que era pasar malos momentos. Esta guerra se estaba yendo de las manos y solo producía desgracias para ambos bandos, como todas las guerras. Después de dormir una noche entera en la calle, al día siguiente, uno de esos “amigos” de papá me encontró al borde de la muerte entre unos escombros. Él sabía todo, pero no me contó nada hasta hoy en día. Ahora que tengo diecinueve años y sé de qué va la vida me he dado cuenta de que me he criado en una familia de miserables y ricos sin escrúpulos, ¿pero qué iba a hacer? Era irme con ellos o morir en las calles. La maldita guerra había acabado con la vida de mis padres y de muchos buenos amigos. Yo tuve suerte, pero otros muchos tuvieron que callar y luchar por algo que realmente no defendían. Escribo esto por si en un futuro lejano, en el que no haya guerras y todos podamos vivir en felices, se puedan ven las calamidades que ocurrieron en el pasado sin sentido alguno.
Por un futuro mejor, tomar conciencia de los actos y no
hay guerra que resuelva conflicto alguno, es más, las guerras sólo generan más
problemas.
Samuel Cerredo de la Fuente.
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